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Paracaidistas de los Halcones del Espacio

En los años 70 y principios de los 80, los kioskeros eran los reyes del barrio. Ellos tenían todo lo que anhelaban los niños. Y entre ellos, estaban los famosos Paracaidistas de la brigada de los «Halcones del Espacio«. Según los abrías, el primer uso que se te ocurría era dejarlo caer a la calle desde el piso en donde vivieras. Y así lo hicimos la mayoría de nosotros, aunque no contábamos con un enemigo inesperado: las ramas de los árboles. La primera vez que tiré el mío, se quedó enganchado en una de ellas, y no os podéis imaginar la decepción que me llevé. No había forma de recuperarlo, y tan sólo un fuerte golpe de viento lo haría moverse de ahí para caer en manos de un nuevo dueño. Había entonces que volver al kiosko, e invertir otras 15 pesetas en comprar otro.

Paracaidistas - Halcones del Espacio

El segundo uso que se te ocurría, era hacer caso a las instrucciones que acompañaban al juguete, en donde simplemente te indicaba cómo doblarlo para directamente lanzarlo al aire. Así lo hice, y la verdad es que la caída era muy decepcionante, pues apenas tenía recorrido y el paracaídas apenas se abría.

Paracaidistas - Halcones del Espacio - trasera

Lo siguiente que se te ocurre es envolver una pequeña piedra en el paracaídas para que el impulso fuera mayor al tirarlo hacía arriba, aunque el riesgo de que luego te cayera encima era alto. Y de esta manera sí conseguías que se desplegara el plástico, aunque la caída tampoco era gran cosa. Y además casi siempre se te enredaban las cuerdas entre sí, y te pasabas la mayor parte del tiempo desenredándolas. Si hoy en día viera a alguno de mis hijos utilizando una piedra para eso, se quedaba inmediatamente sin juguete, y se llevaría una buena reprimenda.

Otra ocurrencia que teníamos era sustituir el paracaidista por otro muñeco, ya sea un click de Famobil o un Airgamboys. Como veis, las posibilidades eran infinitas.  La ilusión de tener uno de estos paracaidistas era más por el potencial que suponía su uso, que por lo que realmente aportaba.

Pero como veis, un juguete tan simple como este no hacía más que fomentar nuestra imaginación para resolver cuantos problemas se presentaban. Hoy en día los juguetes están demasiado pensados y regulados, y está perfectamente estipulado su uso. Se echa en falta un mayor margen para que el niño pueda desarrollar su imaginación.

No se vayan todavía...
¡Aún hay más!
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